La diseñadora chilena Lupe Gajardo se instalará en Europa y atenderá el lujo asiático
Ha estado en la semana de la Moda de Nueva York, en la revista Vogue, una magnate china es su “madrina”, y se prepara para una segunda incursión en el evento fashion de Londres el próximo mes. Se instalará en Dinamarca, pero su objetivo final es Asia. Ella es Lupe Gajardo.
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Todo partió con una máquina de coser que le regalaron en primero medio. Y una familia medio hippie. “No teníamos tele, éramos muy de hacernos las cosas, de solucionar problemas de manera creativa”, dice la diseñadora nacional, Lupe Gajardo (33), quien se alista para presentarse por segunda vez en la London Fashion Week en febrero, y emigrar de Chile. Con una primera escala en Europa, pero con destino final en Asia.
La carrera de Lupe ha sido meteórica, y casi por suerte llegó a la moda. De sus antepasados, aunque era familia de artistas y un padre sociólogo, la moda nunca fue muy tema. Salvo por una abuela muy vanidosa, dice al otro lado de la cámara, y otra abuela que le hacía la línea blanca a Almacenes Paris.
Cuando salió del colegio, ya enamorada de poder traspasar sus ideas en la cabeza a esa máquina de coser que le habían regalado, estudió técnico en diseño, corte y confección en Viña del Mar, ciudad donde vivió, pero nació en Santiago, y también vivió en Calama e Iquique. Para su práctica profesional viajó a Santiago y trabajó un año y medio con el diseñador Miguel Ángel Guzmán.
En 2009 empezó a hacer sus propias colecciones, dos veces al año. Las ofreció en el atelier de Carola Muñoz, a esa tienda llegó una productora de modas, y así empezó a aparecer su nombre en revistas especializadas, y con ello, más clientas.
El 2012, a través de otra productora que la contactó, la invitaron a exponer a un showroom en Berlín, Alemania. “Esa primera experiencia me quitó el susto, tuvo muy buena recepción la colección”, recuerda. Pero en 2015 llegó otra invitación: era la semana de la moda de Nueva York la que llamaba. El éxito fue total: llamadas de todos lados, entrevistas por docenas, la ‘diseñadora prodigio’ la bautizó un medio. Todavía guarda la revista Vogue donde apareció.
Lo que ofreció en esa colección gustó tanto, que empezó a vender a clientas en el extranjero. Hoy, dice, está en un punto de quiebre.
“Estoy internacionalizando mi carrera. Mi público no está aquí en Chile, lamentablemente. Me encantaría quedarme, pero es un país muy chico en cantidad de habitantes, y es un público brutalmente conservador, sobre todo a las personas que les vendo, que es gente con poder adquisitivo”, dice, y luego lanza elaboradas teorías.
“Hay un arribismo social que no permite valorar el Made in Chile. El que tiene poder adquisitivo prefiere comprar un Carolina Herrera y que se le reconozca el loguito, antes que comprar un Lupe Gajardo. Eso pasa porque somos una sociedad bastante insegura”, afirma.
Y sigue: “Soy muy de ocupar plumas. No es excéntrico mi diseño, pero es más de autor, arriesgado, diferente. Afuera me celebran y me dicen ‘¡Qué cosa más espectacular!’. Aquí en Chile me dicen lo mismo, ‘¡Qué cosa más linda!... pero, sácale las plumas para poder ocuparlo’. ‘¡Me encanta, me encanta!, Pero házmelo en negro mejor’. Eso en otros lados no pasa”.
Entre 2015 y 2019 tuvo su taller y tienda en Padre Hurtado, en Las Condes, trabajaban entre cinco y ocho personas, con un ritmo de producción bastante alto.
Llevan 16 colecciones en 10 años, hacen dos al año, cada una de entre 60 y 100 piezas y las prendas se venden entre US$200 y US$3.000.
Pero vino el estallido. Y luego la pandemia. La celebración de los 10 años de la marca tenía fecha para marzo de 2020. Estaba auspiciado por firmas como Audi, y tenía a 1.500 invitados en Factoría Italia. Toda la colección la hizo ella sola. Con su máquina. Pero tuvo que cancelarlo. “Casi me morí”, dice Lupe.
Con esa misma colección y buscando por internet, decidió postular a la Semana de la Moda en Londres. Quedó, y en septiembre del año pasado voló hasta la capital de Inglaterra. Otra vez, igual que en Nueva York en 2015, éxito total. Y ahí decidió dar el salto.
Su hermana, que vive en Dinamarca y que está a 60 minutos de Londres, será su centro de operaciones por ahora. Pero lo que Lupe quiere es instalarse en Asia: Hong Kong, Shanghái, Tokio, Seúl. Cualquiera de esas ciudades.
¿Por qué Asia? Lupe se ríe antes de contar la historia, que es más o menos así.
Justo después de Nueva York, en 2015, conoció a una clienta a quien hoy define como “una especie de madrina”. Es una galerista china de arte contemporáneo, llamada Pearl Lamb, y según la lista Forbes, una de las personas más ricas de China, que vive entre Hong Kong, Londres y Nueva York.
“Vino a Chile de paseo, por tres días. Le gusta mucho la ropa, y buscó en Google diseñadores chilenos. Le aparecí yo, y llegó a mi taller. Y alucinó con mis diseños. Yo no estaba ese día, pero me compró piezas súper difíciles de vender, esas cosas que son como medio arte y que uno hace por si acaso. Y dije ‘esto es demasiado raro’. Era una compra muy, muy grande. Le pregunto a la chica que estaba atendiendo, y me dice que era una turista china que vino con un guía. Y el guía dejó su tarjeta. Lo llamé. Y me dice quién es. ¡Casi me muero cuando la googlié!. Le escribí y ahí partimos una relación”, relata Lupe.
A la colección siguiente, le compró once prendas que fue a dejar personalmente a Los Ángeles, en Beverly Hills. “Y ella me dijo que tenía que irme a Londres para luego saltar a Asia. Los estudios de mercado muestran un futuro muy auspicioso del mercado del lujo en Asia entre 2020 y 2025. Y yo no me lo quiero perder”, dice convencida Lupe, quien está en búsqueda de inversionistas.
Y el inversionista, además, es para poder cubrir los costos de masificar sus productos, hacerlo más comercial. Masificar entre comillas. “En cantidades moderadas. El valor de la marca es la exclusividad, yo lo llamo lujo artesanal. Estamos sacando una línea más comercial, es reproducible, y vamos a externalizar la producción para cumplir con lo que piden afuera”, explica.
Por ejemplo, las lanas y abrigos los harán en Perú, los accesorios en Portugal. Sin embargo, la mayor cantidad de telas, de personas trabajando, de producción en general, requerirá importante cantidad de efectivo, y para eso busca el socio. Incluso, dice, está dispuesta a ceder una parte de la propiedad.
“Ahora estoy entendiendo cuán importante es hacer negocio con esto. En estos 10 años he funcionado más bien como una artista, que me ha ido muy bien, pero sin el concepto comercial metido en la cabeza. Esta próxima década me dedicaré a hacer un negocio de esto”, cierra Lupe.